• mié. Sep 18th, 2024

Volando sobre el árido paisaje del sureste de Nuevo México, Stephen Aldridge, alcalde de la pequeña ciudad de Jal, contemplaba desde un helicóptero una docena de lagunas artificiales rebosantes de aguas residuales tóxicas. Brillaban entre las plataformas de perforación y bombas hidráulicas, un recordatorio visible del creciente problema de los desechos peligrosos generados por la floreciente industria petrolera en la región. Sin embargo, lo que muchos podrían ver como una amenaza, Aldridge lo percibe como una oportunidad. “Nuestro futuro dependerá del futuro de esa agua producida”, afirmó.

Aldridge forma parte de un creciente grupo de políticos de Nuevo México que busca establecer regulaciones que permitan tratar y reutilizar los millones de galones de “agua producida” que emergen junto al petróleo y gas de la cuenca Pérmica. Este proceso, en lugar de desechar el agua tóxica, podría convertirla en un recurso valioso en un estado que sufre una sequía que empeora día tras día.

En 2022, la industria del petróleo y gas de Nuevo México generó suficientes aguas residuales tóxicas del fracking como para cubrir 266,000 acres de tierra con un pie de profundidad. A pesar de que más del 85% del agua se reutiliza en nuevas operaciones de perforación, el resto es bombeado bajo tierra. Este método, sin embargo, ha comenzado a generar preocupaciones. Con los pozos de inyección llenándose y las restricciones para la eliminación subterránea, el estado ha visto un aumento en los terremotos, lo que ha llevado a las autoridades a limitar esta práctica. Se espera que Nuevo México exporte más de 3 millones de barriles de agua residual por día para fines de 2024, lo que plantea una paradoja en un estado con escasez de agua.

El programa piloto respaldado por el estado ha impulsado a cerca de 10 empresas de tratamiento de aguas residuales a asumir el reto. Estos proyectos han permitido regar cultivos como cáñamo y algodón, así como pastos forrajeros en pastizales. Aunque la tecnología ha demostrado ser efectiva, el costo sigue siendo una barrera importante para su adopción masiva. Según Rob Bruant, de la consultora B3, “se está acercando un punto crítico”.

Mientras que estados como Colorado y California ya reutilizan pequeñas cantidades de agua tratada para la agricultura, la situación de Nuevo México es única por los enormes volúmenes de agua y su alta salinidad, tres veces mayor que la del océano Pacífico. Empresas como Aris Water Solutions están liderando la implementación de tecnología avanzada para tratar el agua producida. Durante una visita a uno de los proyectos de Aris en julio, Aldridge observó acuarios llenos de agua cristalina tratada, que albergan pececillos como símbolo de la efectividad del proceso. Sin embargo, el agua sin tratar sigue siendo peligrosa, y los trabajadores en el lugar deben usar ropa ignífuga y monitores de gases letales.

El proceso de tratamiento comienza con la recolección de agua en grandes tanques, seguida de su filtración para eliminar sólidos y una posterior destilación. Esto resulta en agua clara, mientras que los residuos tóxicos, en forma de lodo, son inyectados nuevamente bajo tierra. Aris afirma que el agua tratada está libre de contaminantes y radionucleidos, siendo apta para usos industriales y agrícolas. En 2025, la empresa tiene previsto comenzar a cultivar algodón no alimentario como parte de una subvención de 10 millones de dólares del Departamento de Energía de EE.UU.

A pesar del optimismo de Aris y otras compañías, el principal obstáculo sigue siendo el costo. El tratamiento de un barril de agua por parte de Aris cuesta más de 2 dólares, una cifra considerablemente mayor a la que los usuarios industriales y agrícolas están dispuestos a pagar. Aris busca reducir ese costo a 1 dólar por barril, aunque esto sigue siendo elevado en comparación con los métodos actuales de eliminación. “Es poco probable que la agricultura o los usuarios de agua puedan pagar más de unos centavos por barril”, destacó Zwitter, otra empresa de tratamiento de agua con sede en Massachusetts.

En el horizonte se vislumbran tensiones políticas. La gobernadora demócrata de Nuevo México, Michelle Lujan Grisham, presentó una ley a fines del año pasado para crear una reserva estratégica de agua a partir de agua producida tratada. Aunque el proyecto fue rechazado, se espera que sea reconsiderado en la próxima sesión legislativa de enero. La situación también se complica en Texas, donde el aumento de la presión subterránea está generando problemas con los pozos huérfanos, lo que podría desencadenar una represión similar.

Los riesgos para la salud humana también son motivo de preocupación. Avner Vengosh, profesor de calidad ambiental en la Universidad de Duke, advirtió que el desconocimiento sobre los productos químicos utilizados en la perforación es un obstáculo para garantizar la seguridad del agua tratada. “¿Cómo podemos evaluar todos los posibles contaminantes en el agua producida? No digo que sea imposible, pero hay que hacerlo correctamente”, afirmó Vengosh. Michael Dyson, director ejecutivo de Infinity Water Solutions, agregó: “Sabemos que sólo tendremos una oportunidad real de hacerlo bien y, en todo caso, creo que la mayoría de nosotros tememos equivocarnos”.

En un estado con un historial de contaminación ambiental, como los desastres derivados de la minería de uranio en las tierras de la Nación Navajo, el escepticismo hacia estos proyectos es comprensible. “Las comunidades tienen razón en ser escépticas”, reconoció James Kenney, secretario de Medio Ambiente de Nuevo México.

A pesar de las incertidumbres, Aldridge sigue optimista sobre el futuro de su ciudad. Jal podría convertirse en el hogar de industrias emergentes, como centros de datos o proyectos de hidrógeno verde, si se logra aprovechar el agua producida de manera segura. “¿Estoy 100% convencido? No, pero están dando un paso para convencerme, y yo necesito dar ese paso con ellos”, concluyó.

De esta forma, Nuevo México se enfrenta a un cruce de caminos: transformar un desecho peligroso en un recurso valioso o continuar con un modelo que podría llevar a la desaparición de pequeñas comunidades como Jal.

De: Reuters

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