En un mundo cada vez más consciente de la urgencia climática, la industria de la aviación, largamente señalada por su considerable huella de carbono, se encuentra al borde de una transformación radical. La solución emergente, el combustible sostenible para aviación o SAF (por sus siglas en inglés), promete revolucionar este sector con una reducción de hasta un 80% en la emisión de CO2 comparado con el queroseno tradicional. Una de las variantes más prometedoras del SAF se obtiene a partir de etanol, y Brasil, con su vasta producción derivada principalmente de la caña de azúcar, se perfila como un jugador crucial en este escenario global.
Aunque el SAF se encuentra aún en una fase temprana, similar a la de las placas solares hace dos décadas, su potencial es indiscutible. La tecnología, ya probada y eficaz, ofrece numerosas ventajas, como la compatibilidad con los motores de avión actuales sin necesidad de adaptación, aunque su producción masiva aún enfrenta el desafío de los altos costos.
Brasil emerge como una superpotencia en la producción de etanol, un componente clave para el SAF. Amanda Duarte, coordinadora de la red Brasileña de Bioqueroseno e Hidrocarbonetos Sostenibles para Aviación (Rbqav), optimista, vislumbra un futuro prometedor para Brasil en este mercado. Con planes para la inauguración de cinco nuevas plantas de producción, el país se prepara para liderar la oferta de este combustible verde. Raízen, un gigante en el sector, proyecta que para 2030, el 25% del SAF mundial provendrá del etanol, lo que equivale a aproximadamente 9.000 millones de litros de etanol al año.
Esta ambiciosa expansión, sin embargo, no está exenta de desafíos. El incremento en la demanda de cultivos como la caña de azúcar plantea preocupaciones sobre el riesgo de deforestación, un problema que Brasil conoce bien. A pesar de las garantías de actores de la industria como Paulo Neves, vicepresidente de Trading de Raízen, quienes aseguran la viabilidad de aumentar la producción de etanol sin recurrir a la expansión agrícola sobre áreas naturales, las alarmas sobre el impacto ambiental persisten. En particular, la presión sobre biomas como el cerrado, ya severamente afectado por la deforestación agrícola, subraya la complejidad de equilibrar la demanda de combustibles sostenibles con la conservación ambiental.
El marco regulatorio también comienza a adaptarse a esta nueva realidad. Brasil se encuentra en la víspera de adoptar la “ley de los combustibles del futuro”, que impondrá a las aerolíneas el uso de un mínimo de combustible verde en sus operaciones. Paralelamente, la Unión Europea ha establecido objetivos ambiciosos que exigen un incremento progresivo en el uso de SAF por parte de la industria aeronáutica, marcando el camino hacia un futuro más sostenible.
La transición hacia el SAF en la aviación no es solo una cuestión de innovación tecnológica, sino también de sostenibilidad ambiental y social. La tarea de descarbonizar uno de los sectores más desafiantes, sin desencadenar efectos colaterales negativos sobre los ecosistemas y la seguridad alimentaria, es un desafío que requiere una gestión cuidadosa y cooperación internacional. Con sus vastos recursos y liderazgo en la producción de etanol, Brasil se encuentra en una posición única para contribuir a esta transformación, siempre y cuando pueda navegar cuidadosamente entre el potencial económico y las responsabilidades ecológicas.
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