En la zona de abasto del ingenio Emiliano Zapata, las familias migrantes de la montaña de Guerrero, Puebla e incluso de Chiapas, resienten la desaparición del apoyo del gobierno federal. Y es por eso que no tienen ni para celebrar Nochebuena o Navidad.
En el albergue ubicado en el municipio de Tlaltizapán, donde habitan familias que tienen por lo menos tres generaciones trabajando en la cosecha de caña de azúcar, don Javier narra la situación que padecen él y sus compañeros.
Dice que desde hace siete años dejó su comunidad en el municipio de Zitlala, ubicada al norte del estado de Guerrero, para laborar en el ingenio de Zapata, pero hace cinco años no recibe el apoyo federal de jornaleros agrícolas para migrantes, el cual le llegaba a través de la Secretaría de Desarrollo Social.
Explica que al salir les daban un monto de 400 pesos y de regreso 700 pesos, por lo que trataron de buscar apoyo en el gobierno estatal pero no lograron nada.
Añade que cada capitán de corte trabaja con 30 a 40 jornaleros, pero son alrededor de dos mil los que laboran en la cosecha de caña y a quienes el gobierno federal les está negando las becas e incluso la educación, ya que la escuela, a un mes y días de hacer iniciado la zafra, sigue sin clases presenciales y les resulta muy caro pagar el servicio de internet.
Las mujeres no van a corte de caña, pues se quedan en el albergue para preparar los alimentos a las 9 y 14 horas. Y este año se ven menos niños jugando en las canchas, ya que algunos acompañan a sus padres para aprender el oficio y ayudar a juntar la caña, que dependiendo de los bultos que corten será la paga.
Cada uno lleva la cuenta y su meta es sacar por lo menos mil 500 por semana, para que valga la pena dejar su tierra.
María Guadalupe Huerta, hija de jornaleros migrantes, considera que no se pueden quedar en su tierra porque no hay trabajo y en el campo está muy mal pagado, por lo que buscan ahorrar “lo más que se pueda”.