En un contexto mundial donde la conciencia sobre la sostenibilidad ambiental se intensifica, México se encuentra en una encrucijada crucial: continuar dependiendo de los combustibles fósiles o capitalizar el vasto potencial de las energías renovables. Lamentablemente, parece que estamos dejando escapar una oportunidad dorada para liderar en este sector, una transición que no solo sería beneficioso para el medio ambiente sino también un catalizador para el crecimiento económico.
México posee un potencial excepcional en energías renovables, con recursos naturales abundantes que podrían ser explotados para la generación de energía. El país alberga uno de los campos solares más extensos del mundo, con una radiación solar promedio que supera con creces a naciones líderes en energía solar como Alemania. Además, cuenta con recursos hídricos propicios para plantas minihidráulicas, áreas con vientos fuertes y constantes, campos geotérmicos, así como grandes cantidades de residuos agrícolas y orgánicos para la generación de biogás y energía eólica.
A pesar de este potencial innegable, la capacidad instalada de energía renovable en México sigue siendo baja en comparación con lo que podría lograrse. Las estadísticas de la Secretaría de Energía revelan que en 2022, solo el 26.1% de la energía generada provino de fuentes limpias, marcando un descenso desde el 27.5% registrado en 2021. Esto sitúa a México un punto porcentual más lejos de alcanzar sus objetivos fijados en el Acuerdo de París y la Ley de Transición Energética, establecidos en un 35%.
Además del potencial, las recientes políticas gubernamentales han favorecido la inversión en combustibles fósiles, afectando negativamente las inversiones privadas en proyectos de energías limpias. A lo anterior se le suma la paralización de los permisos para nuevos proyectos de energías renovables ha impactado la ejecución y planificación de estas iniciativas. En términos de interconexión y redes de transmisión, la falta de inversión adecuada ha obstaculizado la conexión de proyectos renovables. La carencia de incentivos claros y políticas de apoyo ha limitado la inversión nacional y extranjera en proyectos de energía renovable.
La transición hacia un futuro impulsado por energías limpias no solo es crucial para el medio ambiente, sino que también puede ser un motor clave para la economía. Un informe de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) señala que la transición energética podría generar más de un millón de empleos en México para 2050.
La diversificación hacia las energías renovables no solo podría estimular el crecimiento económico, sino también reducir la dependencia del petróleo, aumentando la resiliencia ante los cambios en el mercado energético global. Ejemplos como Dinamarca y Alemania, que han realizado transiciones exitosas hacia las energías renovables, evidencian los beneficios económicos y sociales de una estrategia energética sostenible.
México se encuentra en una encrucijada crítica. A pesar de su envidiable potencial renovable, las decisiones actuales lo están alejando de un futuro sostenible y económicamente próspero. En un mundo que valora cada vez más la sostenibilidad, la persistente dependencia de México de los combustibles fósiles no solo compromete su responsabilidad ambiental, sino que también limita su potencial económico. Aunque el país tiene la capacidad de liderar en el ámbito de la energía limpia a nivel mundial, es imperativo realizar cambios significativos en las políticas y prioridades actuales.
El tiempo para actuar es ahora. De lo contrario, México no solo se quedará rezagado en la carrera global hacia la sostenibilidad, sino que también perderá una oportunidad única para revitalizar y diversificar su economía en un mundo que avanza rápidamente hacia un futuro más verde. Como dice un antiguo proverbio nativo americano: “La tierra no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos”.
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